Fotor0205185621—Cariño, eres la siguiente.
—Gracias Bobby.

Me miro en el espejo para darme los últimos retoques al maquillaje. Las bolsas debajo de los ojos se siguen notando demasiado, así que vuelvo a ponerme algo más de crema y maquillaje anti-ojeras. Miro el resultado y resoplo.

—Es lo que hay… A estas horas no estoy para milagros…
—Estás fantástica tonta.
—Tú que me miras con ojos de amiga incondicional, Pipper… Estas ojeras no las disimulo ni con un kilo de pintura, así que, así se queda.

Me subo la cremallera de las botas, me coloco bien la minifalda y miro que la camisa enseñe lo justo, al menos de momento. Ahora me toca el numerito de la colegiala… ¡por dios cómo lo odio! Pero al público que viene les encanta, así que aquí estoy, con 25 años y haciéndome pasar por una adolescente con uniforme que de inocente tiene lo mismo que de monja.

—Venga, que es el último baile de la noche —me anima de nuevo Pipper—, y estás tremenda.
—¿Ha mejorado algo el público de hoy? —le pregunto ya que ella ha vuelto del escenario hace pocos minutos.
—Siento desilusionarte pero no —dice haciendo una mueca de asco con la boca—. Los viejos habituales, un grupo de ejecutivos, un par de borrachos que están a un paso de que Klaus los mande a tomar el aire y una despedida de soltero.
—¿Qué esperáis? —nos pregunta Bobby que aparece de nuevo en la sala para avisarme de que salga al escenario—. ¿Que vengan Channing Tatum y sus amigos de Magic Mike a ver el espectáculo?
—Bobby, son las cuatro de la madrugada, llevo desde las siete de la mañana en pie, he servido cafés durante ocho horas y llevo cuatro bailando para un montón de babosos. Y así cinco días a la semana —le digo resignada—. Creo yo que ya me voy mereciendo un cliente para el que me apetezca bailar y no solo por las propinas.
—Venga preciosa —dice él mientras me acompaña a la salida del escenario—. Arrímate a los ejecutivos que son los que dan buenas propinas.
—Gracias Bobby —digo dándole un beso.

Sin Bobby no sabríamos qué hacer. No es exactamente el dueño porque a ese nunca le vemos, pero es el encargado. Siempre está disponible para nosotras. Es, como decimos Pipper y yo, un «amigo/padre» y en muchas ocasiones, nuestro paño de lágrimas.

Tras oír como anuncian mi número por los altavoces del local, las notas de la canción Naughty Girl de Beyoncé empiezan a sonar. Respiro hondo. La Kate de verdad deja paso a la Kate bailarina de streaptease.

Salgo al escenario caminando lentamente, mordiéndome el labio inferior mientras una mano juega inocentemente con un mechón de mi pelo. Todos los hombres me echan miradas lascivas y alguno ya tiene la mandíbula desencajada cuando una de mis piernas se enrosca sensualmente en la barra del centro del escenario. Juego con la barra durante un buen rato, subiendo y colgándome boca abajo, agarrada por las piernas, mientras me deslizo suavemente hacia abajo. Luego, una vez en el suelo, camino de rodillas, como si fuera un felino acechando a su presa. Una vez en el borde del escenario, me quedo de rodillas mientras me quito la camisa y me muevo sensualmente al ritmo de la canción. Muevo mi cabeza a un lado y a otro y hago que me pelo se balancee de un lado para otro, hasta que me quito la falda, quedándome así en ropa interior.

Aunque parte de mi número consiste en mirar a la gente del público, insinuar tanto con el cuerpo como con la mirada, muchas veces me olvido y cierro los ojos. Cuando salgo al escenario intento disfrutar al máximo posible de mi pasión y el motivo por el que sigo aguantando este trabajo, aparte de porque las generosas propinas me ayudan a pagar las facturas, bailar. Esta vez no es diferente. Procuro disfrutar de la canción, pensar que bailo para mí sola, delante del espejo de mi habitación. O mejor aún, que estoy bailando danza clásica en un teatro de Broadway.

Ese era el sueño de mi vida y bailé en un par de representaciones, pero circunstancias de la vida me apartaron de los escenarios durante un tiempo, y cuando volví, no tenía ni la edad ni la agilidad necesaria. Cuando tiré la toalla y dejé de presentarme a pruebas y audiciones, encontré trabajo de camarera en una cafetería del Soho. Y meses después, viendo que servir cafés durante 8 horas no era suficiente para pagar las facturas, me busqué este otro. No es el tipo de baile que yo soñaba hacer encima de un escenario, pero al menos estaba bien pagado y Klaus hacía que los clientes cumplieran a rajatabla la norma «se mira pero no se toca».

Cuando acaba la canción, me incorporo, recojo mi ropa y los billetes que han ido cayendo alrededor mío. Justo en ese momento, un chico de los del grupo de la despedida de soltero se levanta y llama mi atención con un fajo de billetes en la mano.

—Eh, tú, preciosa —dice acercándose al borde del escenario—. Ven, acércate.

Interpretando a regañadientes mi papel, me acerco y me agacho un poco.

—¿Ves ese de ahí? —balbucea bastante bebido señalando a un tío disfrazado de gorila—. Pues el domingo que viene se casa.
—Ajá, pues dale la enhorabuena de mi parte a Chita —digo girándome.
—Espera, espera —me agarra del brazo para detenerme y me giro, aunque zafándome con rapidez de su contacto—. ¿Qué te parece si te doy todo este dinero y le haces un favorcito?
—Lo siento pero esto es un club de striptease, no un prostíbulo. Además, la zoofilia no es lo mío.
—¡Eh zorra! —esta vez me agarra con más fuerza y casi me hace caer del escenario.

Klaus aparece al instante y me lo quita de encima cogiéndole de los hombros. Enseguida invita amablemente a todo el grupo a abandonar el local y yo me dirijo a los camerinos para, por fin, dar por finalizada mi agotadora jornada de trabajo. A lo mejor estas cosas deberían afectarme más, pero por desgracia, parece ser que muchos hombres no tienen clara la diferencia entre las palabras bailarina y prostituta. Así que este no es un caso aislado y al menos una vez a la semana, alguna de nosotras tiene que pasar por ello.

Ya en el camerino, junto todos los billetes, los ato en una goma y los meto en el bolso. Esta noche no se ha dado mal, algo más de 75 dólares. Me desmaquillo y me cambio de ropa mientras charlo un rato con Pipper, que me ha esperado para ir hasta la parada de metro juntas.

—¿Mañana igual? —me pregunta.
—Ajá —digo con desgana—. No libro hasta pasado mañana.
—Si sigues a este ritmo, algún día te dará algo.
—Lo necesito Pipper… —digo colgándome el bolso al hombro.
—Lo sé… Kate, deberías volver a probar —dice mientras nos encaminamos a la salida del club—. Eras buena, muy buena. Adiós Klaus.
—Adiós Klaus. Gracias por lo de antes —digo besándole en la mejilla.
—A sus pies señoras —nos responde haciéndonos un reverencia, gesto que en un tío negro, con unos brazos como mis dos piernas juntas y de casi 2 metros de altura, queda bastante cómico.

Caminamos unos metros más riendo por el gesto y retomamos nuestra conversación mientras nos dirigimos a la estación de metro, donde habitualmente nos separamos porque cogemos lineas diferentes, yo hacia el Village y ella hacia Tribeca.

—Pipper, las chicas que se presentan a las pruebas tienen como poco, cinco años menos que yo y el doble de currículum. Se me pasó la oportunidad. Ahora solo me queda esperar a que me toque la lotería o a que Channing Tatum venga al club con sus amigos de Magic Mike y me deje una propina que pague mis facturas durante al menos cinco años  —digo sacando la lengua divertida mientras nos reímos.
—O puedes esperar a que tu príncipe azul aparezca. Espera, ¿cómo era? Mitad príncipe azul, mitad héroe estilo G.I. Joe. ¿Era eso?
—Exacto —contesto riendo— Ya ves que soy de fácil contentar… Así me va, que sigo esperando.
—No desesperes. Quizá para bailar en Broadway sí que haya edad, pero cupido no entiende de esas cosas así que esperaremos lo que haga falta.
—¡Bien dicho! Pero que no espere demasiado por dios… —digo mirando al cielo y cruzando los dedos haciendo reír a Pipper.

Nos despedimos en la estación y cada una se dirige hacia su andén. Camino casi arrastrando los pies y en cuanto llega el metro y entro, me dejo caer en uno de los asientos. A estas horas, el vagón está casi vacío, a excepción de un viejo durmiendo al principio del vagón, y un tío leyendo un libro unos asientos más allá, así que decido estirar los pies ocupando el asiento de delante y giro la cabeza hacia la ventana. Cuando entramos en el túnel veo mi reflejo. La sexy bailarina se ha esfumado y la Kate real ha resurgido de las cenizas. Con el pelo atado en una coleta, sin maquillaje, con unos vaqueros y unas simple camiseta. Si alguno de los clientes que han venido esta noche me vieran ahora, pasarían de largo sin darse cuenta de que soy la misma chica que los ha puesto cachondos vestida de colegiala.

Sonrío ante mi pensamiento y miro hacia el otro lado del vagón, justo antes de llegar a la siguiente estación, y me fijo en el otro pasajero consciente del vagón, el lector empedernido. Está sentado de espaldas a mí, así que no puedo verle con claridad. Solo sé que lleva una gorra y una chaqueta tipo militar. Debe de venir de trabajar de algún sitio, aunque no veo que lleve ninguna mochila o maleta, solo el libro. Qué horas más raras también para leer…

En ese momento el metro se para y las puertas del vagón se abren. Un grupo de tíos borrachos entran hablando a gritos y riendo. Las puertas se vuelven a cerrar y el convoy prosigue la marcha. Los tíos empiezan a eructar y me giro para mirarles de reojo. Justo en ese momento uno de ellos me mira y nos reconocemos al instante. Es el capullo que me ha querido liar antes en el club con su amigo el gorila.

—Joder, fantástico —susurro para mí misma— Pues éste me ha reconocido. Lo que me faltaba.
—¡Hombre! ¡Mirad quién tenemos aquí chicos! —dice encaminándose a mí y trayendo consigo a los dos amigos que le acompañan.
—Veo que los de la protectora de animales se han llevado a tu amigo —le digo mientras los tres se sientan a mi alrededor, haciéndome quitar las piernas del asiento de delante.
—¡Jajaja! Sí, ahora quedamos los hombres de verdad. Este es mi amigo Chuck, este es Mike y yo soy el hombre de tu vida —me coge la mano para besármela e incluso a esta distancia me llega el hedor de su aliento, que apesta a alcohol que da gusto.
—El hombre de mi vida, ya… Pues yo mira que lo dudo.
—Ahora en serio —dice acercándose más y poniendo su brazo encima de mis hombros— Subo mi oferta. Ya no te ofrezco a mi amigo Terry…
—El simio —le corto.
—El mismo —contesta— Si no que lo que te ofrezco es ésto.

Le miro mientras señala su cara, provocando que mi boca de debata indecisa entre formar una sonrisa de circunstancia o una mueca de asco.

—Ahora en serio —digo quitando su brazo de mis hombros—, hombre de mis sueños, paso.
—Eso lo dices porque no has probado la mercancía —insiste, acercando su cara a la mía mientras yo retrocedo hasta que mi cabeza toca con el cristal de la ventana, mientras sus dos amigos se parten de la risa, manteniéndose sentados en el asiento a duras penas.

Coloca su mano en mi pierna mientras sus dedos me tocan el interior de mis muslos. La aparto varias veces pero él insiste. Su otra mano intenta coger mi cara para atraerla hacia la suya y en un acto reflejo, le doy un tortazo.

La expresión de su cara cambia al instante mientras se toca la mejilla contrariado. Aprieta los labios con fuerza mientras los agujeros de la nariz se le agrandan y los ojos parecen que se le van a salir de las órbitas. Levanta la mano para devolverme el golpe y me encojo en el asiento al verme rodeada por ellos tres, cuando de repente una mano le agarra del hombro y le lanza a los asientos de al lado, con fuerza.

—¡Pero serás hijo de puta! —grita él mientras los otros dos se quedan quietos sin saber qué hacer.

Reconozco al hombre de la gorra, el lector, y le doy las gracias mentalmente, sin perder de vista a los otros dos especímenes que tengo delante.

—Mamonazo, esto es algo entre la rubia y yo —dice el pesado levantándose de nuevo, cogiéndole de las solapas intentando oponer resistencia.

El chico de la gorra se zafa de su agarre y lo lanza hacia un lado de un puñetazo que le hace sangrar por la nariz. Mira a los otros dos que, como si pillaran la indirecta, se levantan del asiento y corren al lado de su amigo, pasando al lado de mi salvador lo más lejos que el estrecho pasillo les permite. En ese momento llegamos a la siguiente estación. Nadie abre las puertas para entrar, así que mi héroe se dirige a ellos, coge al capullo del jersey y lo arrastra como si fuera un pelele, ante la mirada asustada de sus amigos. Aprieta el botón de apertura de las puertas y le lanza al andén. Una vez que se asegura que este no tiene el valor suficiente para volver a entrar, mira a sus dos amigos, que como pasó antes, parecen entender su lenguaje visual y saltan fuera del vagón. Yo observo toda la escena desde mi asiento, con los ojos como platos y porqué no decirlo, una sonrisa en los labios.

Él se queda en la puerta incluso cuando el pitido del cierre de puertas suena y solo se mueve cuando el vagón se vuelve a poner en marcha. Entonces, como si no hubiera pasado nada, se dirige a su asiento, coge el libro y sigue leyendo. Sin más, sin mirarme, sin preguntarme cómo estoy, sin abrir la boca para nada.

Me quedo un rato sin saber qué hacer, sentada en mi asiento con la boca abierta y agarrada a mi bolso como si fuera un escudo protector mientras dirijo mis ojos repetidamente de él a la puerta.

Cuando entramos en el túnel, el ruido de las ruedas del vagón con las vías me devuelve a la realidad y trago saliva. Mi cabeza da vueltas y todas las versiones de mí que viven allí arriba, empiezan a conversar entre ellas.

«Debería levantarme y darle las gracias, ¿no?»

«Aunque él tampoco se ha molestado en preguntar si estaba bien»

«Hombre, salta a la vista que tú estás entera y los que se han llevado la peor parte han sido ellos»

«Pero es que es un poco rarito, ¿no? Ahí solo, leyendo, a estas horas…»

«¡Pero es de bien nacidos el ser agradecidos! Qué orgullosa estaría la abuela si me hubiera oído decir eso en voz alta»

Escuchando las voces de mi conciencia e intentando decidir cuál de ellas tenía más razón, oigo que anuncian que el metro está a punto de llegar a mi estación. Me levanto caminando con timidez y paso al lado de mi G.I. Joe sin siquiera atreverme a mirarle.

«¿Pero qué narices estoy haciendo?»

Dejo ir un sonoro suspiro quedándome quieta en el sitio. Doy media vuelta girando sobre mis talones y le miro directamente. Él mantiene la cabeza agachada, leyendo el libro que tiene en las manos, muy concentrado. La visera de su gorra le tapa totalmente la cara, así que aún no he sido capaz de verle con claridad.

—Esto… No quiero interrumpir tu lectura ni molestarte…

El convoy empieza a detenerse al llegar a la estación. Miro hacia el exterior por las ventanas y me vuelvo de nuevo hacia él, que sigue sin levantar la vista del libro. Por dios, o es un libro buenísimo, o es sordo perdido, o pasa de mí en toda mi cara. Pero me da igual que no me haga caso, e incluso si no me mira, yo le daré las gracias y así mi conciencia (y las voces de mi cabeza) se quedarán tranquilas.

—Solo quiero darte las gracias por lo de antes… Has sido muy amable.

Frunzo el ceño al ver que él ni siquiera me ha mirado, y ni corta ni perezosa, me agacho para comprobar que siga despierto y no esté durmiendo. Me quedo casi en cuclillas en medio del pasillo y entonces él gira la cabeza hacia mí.

Nuestras miradas se encuentran por primera vez y me quedo hipnotizada al instante. Durante unos segundos pierdo la noción del tiempo hasta el punto de no darme cuenta de que el convoy lleva un rato detenido en mi estación. Solo en el momento en que oigo el pitido anunciando el cierre de puertas, consigo reaccionar. Salgo corriendo y pego un salto hacia el andén cuando las puertas ya se estaban cerrando. Mi agilidad permite que caiga con los dos pies en el suelo y me evita hacer uno de los ridículos más espantosos de mi vida. El vagón sigue detenido durante unos segundos, seguramente porque el conductor tiene que estar descojonándose de la risa al verme hacer semejante acrobacia digna de la más pura Lara Croft, así que no me atrevo a girarme debido a la vergüenza. Simplemente me levanto y me dirijo a la salida.

De camino a casa no paro de pensar en lo sucedido. Cuando abro la puerta y me encuentro con Rose sentada en el sofá, debo de seguir con la misma cara, porque enseguida se da cuenta que algo ha pasado.

—¿Qué te pasa? —me pregunta.
—¿Por? —contesto intentando disimular.
—Porque vienes como acalorada… Estás roja como un tomate. Ya sabes que no hace falta que vengas corriendo, que yo me quedo con Cody el tiempo que haga falta.
—Lo sé Rose —digo abrazándola— No sé qué haría sin ti… ¿Cómo se ha portado hoy?
—Muy bien, como siempre. Pero creo que algo le preocupa porque estaba muy callado y se ha ido pronto a su habitación después de cenar, sin ver la televisión siquiera… Y se ha tirado un buen rato escuchando música con el cacharro ese en las orejas…
—Gracias Rose. Mañana cuando le lleve al colegio le preguntaré.
—Vale, y ahora, ¿qué te pasa para que vengas con esos calores?

Le explico toda la historia y solo abre la boca al final.

—¿Y dices que estaba aprovechable ese chico?
—¡Rose! Yo no he dicho eso.
—Bueno, algo tenía que tener para dejarte en este estado de catarsis…
—Sí, bueno, no le pude ver bien del todo pero tenía unos ojos muy bonitos. De un tono azul increíble. De todos modos, da igual, no creo que le vuelva a ver y si lo hago, me ha demostrado que no tiene mucha intención de entablar conversación conmigo.
—Bueno, no te cierres puertas… —dice sonriéndome pícara— Me voy a casa. ¿Mañana igual?
—Sí, mañana igual que hoy.
—Tendrías que tomarte las cosas con más calma cariño.
—Lo sé. Pero también sé que tengo que pagar las facturas y además está Cody… Quiere ir de campamentos con el colegio y no puedo decirle que no.
—Me gustaría ayudarte Kate…
—¡Ni hablar! Ya haces suficiente quedándote con él por las noches, sin cobrarme nada por ello. Ya me siento en deuda contigo. Lo hemos hablado muchas veces y la respuesta es no.
—Vale, vale… —sonríe y me da un gran abrazo antes de salir por la puerta y dejarme sola.

Rose es como mi ángel de la guarda. Como ha dicho ella misma en más de una ocasión cuando se lo he comentado, «un ángel de la guarda algo viejo, afroamericano y rechoncho». Ella es la que recoge a Cody del colegio y se queda con él cuando yo estoy trabajando, que por desgracia es casi todo el día. Vive en el mismo bloque que yo y cuida de mí desde que me mudé estando embarazada, hace ya más de seis años. Se ha convertido en alguien tan importante para mí, que la considero parte de mi familia. De hecho, la veo mucho más a ella que a mi propio padre.

Me dirijo a la habitación de Cody y me siento a su lado en la cama. Acaricio su pelo rubio y una sonrisa se me dibuja en la cara. No importa lo cansada que llegue a casa, él siempre consigue hacerme sentir mejor, aún estando dormido.

—¿Mamá?
—Shhhh… Sí, soy yo. Duerme cariño. No quería despertarte.

Entonces me fijo en un papel que guarda con fuerza en su mano y suspiro resignada. Compruebo que se haya dormido y con cuidado para no despertarle, se lo quito de las manos, sabiendo perfectamente de qué se trata porque a mí me hacía lo mismo cuando era pequeña. Esta es la manera que tiene mi padre para comunicarse con nosotros. Se las arregla para dejarnos papelitos con mensajes en varios sitios como el felpudo de la entrada, la maceta de la vecina o la papelera de delante de casa. Lo hacía conmigo cuando era pequeña y ahora lo hace con su nieto. Cody se ha acostumbrado a mirar cada día en esos sitios por si su abuelo da señales de vida. Es agente del FBI y trabaja encubierto, así que para no poner en peligro sus tapaderas ni ponernos en peligro a nosotros, no puede tener ningún tipo de contacto real con su familia. Siempre ha sido así, y fue el motivo por el que mi madre se separó de él en su día, cansada de estar casada con un fantasma, como ella decía.

«No os olvido. Os quiero»

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Canción:
«Naughty Girl» – Beyoncé

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Comments ( 19 )

  • sandra gómez

    muy bonito el capitulo esperaré el siguiente

    • Anna García

      Gracias!
      Hoy creo que tendréis nueva entrega.

  • ana isabel martinez

    En dos dias he leido tres libros tuyos ( creo que me he echo adicta a tus historias), tienes ya fecha para nuevas publicaciones ???
    Gracias por escribir historias tan especiales

    • Anna García

      Hola!

      Bueno, no tengo fecha para la siguiente y tampoco tengo claro quién será el elegido… Dudo entre dos de mis chicos…
      En cuanto lo tenga claro, os informo!

  • Sara

    hola! una pregunta, ¿dónde puedo leer la historia de Kate y Nathan? Me encantan tus historias!! 🙂

    • Anna García

      Muchas gracias!

      Pues es la siguiente que publicaré, así que podrás leerla de aquí a poco…
      Mis planes son finales de año/principio del próximo…

      • Sara

        ohh gracias! esperaremos entonces!!

  • Maribel

    Por favor, por favor publica pronto la historia de kate y Nathan y seguiremos disfrutando el recorrido y amando el final…aunq no quiero que terminen..

    • Anna García

      😀 Lo intentaré…
      A ver si para finales de año la tengo lista…

  • Carmiña

    Promete mucho…..me gustó mucho y ya estoy deseando leer más

    • Anna García

      Este será mi siguiente publicado…
      Espero que os guste… 😉

  • Carmiña

    Suena fantástico…..pero al ser tú la autora no es de extrañar la verdad, ya que todo lo que escribes es precioso 😉
    Ya estoy deseando leer más ….
    Suerte…..

    • Anna García

      A ver, a ver…
      A esta historia le tengo un cariño especial… Espero que vosotras también se lo cojáis…

      😉

  • MADI

    Anna sabes ya fecha de publicación de Kate y Nathan, estoy deseando leer otro de tus libros. La espera se hace larga jijijiji y este creo que va a ser especial.
    Gracias por tus historias son preciosas.

    • Anna García

      Mmmmm…
      Pues pensaba que para mediados de diciembre, sobre el 14, pero creo que será antes…

  • ACB

    Buenos días:
    Hoy al entrar en amazon para cotillear un poco que había de nuevo me has alegrado la mañana.
    A ver que tal Quédate conmigo….

    • Anna García

      ¡Sí!
      ¡Espero que os guste!

  • Fernanda

    Hola Anna!! acabo de leer «Quédate Conmigo»… simplemente me encantó, algunos capítulos los leí con la sonrisa en la cara, me gusta mucho la sensación con la que me dejan tus libros y ya estoy esperando el próximo!!!
    Saludos desde Chile!

    • Anna García

      Muchísimas gracias!
      Siempre he confesado que esta es, sino la que más, mi historia favorita. Me alegro mucho que te haya gustado tanto, y sobre todo, que hayas decidido invertir parte de tu tiempo en hacérmelo saber. Gracias!

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